Por tradición judeocristiana, nos es conocido el término rosario o rezar el rosario. Bien, en las tradiciones budistas e hinduistas, este peculiar “collar de cuentas” se llama mala o japa mala. Decir “la mala” o “el mala” es totalmente secundario pues no tiene género, si bien yo siempre la he conocido como “la mala”.
Pueden ser de diferentes materiales, minerales, maderas, huesos de animales y vegetales, etc. Todas, eso sí, deben tener 108 cuentas o bolitas más el testigo o deidad, que no se contabiliza como tal y unos flecos o borlas que son meramente decorativos.
Tanto las malas hindúes como budistas coinciden con el número 108, en el caso del hinduismo porque son 108 nombres que recibe el Señor y en el budismo con los 108 pasos para la Iluminación.
Su uso es sencillo, cantar un mantra con cada cuenta hasta completar los 108. Algunas malas tienen contadores, uno para las unidades y el otro para las decenas. Normalmente estas se usan cuando hay una voluntad de cantar, por ejemplo 1080 veces un mantra. Cuando se ha cantado una vez, se pone en el contador de las unidades, un disco, y así hasta completar 10 discos que es su unidad máxima. En ese momento, se usa el contador de las decenas, sumando una hasta completar 10.
Las malas o rosarios no son abalorios ni objetos de decoración corporal, son elementos religiosos o, cuanto menos, parte de la espiritualidad. Cuando se usa colgado al cuello o envolviendo la muñeca debería ser para que la energía acumulada a lo largo de los diferentes cantos con la mala ayude a proteger y cuidar al que la porta.
La japa mala, es la mala de mano o muñeca, no tiene 108 cuentas pero si un múltiplo, 12, 18 o 27 por lo general. Y, como curiosidad, cuando cantamos con la japa, se dice “A japa, japa” y cuando al cantar con la mala “A mala, mala”.
Tienes muchas malas para escoger en este vínculo.